La Revolución Molecular¹

Colombia lleva tres días soportando estoicamente la violencia anarquista que se tomó Bogotá y sacudió otras ciudades como Cali y Popayán, bajo la orden de arrancar el plan instrumental hacia una dictadura revolucionaria.

Pese a las advertencias sobre los elenos fortalecidos -que históricamente han sido los “cerebros” de las movilizaciones de masas de los sesentas y que hoy cobran especial vigencia-, sumado a la influencia del G2 cubano y a una parte de la iglesia que comulga con la Teología de la Liberación, nadie nos creyó.

Y lo advertimos de nuevo, cuando señalé cómo América Latina estaba siendo sacudida por un fenómeno de turbulencia social donde unas minorías de izquierda, unidas a los anarquistas, encontraron nuevamente en el discurso de odio la mejor herramienta para subvertir el orden en sociedades vulnerables a la hipnosis colectiva; convirtiendo en campo fértil, el renacimiento de movimientos que mutan en grupos de choque con investidura estudiantil, bajo la figura del “derecho a la protesta social”.

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Nuestro país, que ha padecido una lucha incansable por escapar de la telaraña socialista, es ahora la presa más “apetecida” por estos movimientos insurreccionales que, en la noche del jueves y viernes, nos mostraron cómo sería vivir bajo su yugo.

La intención de estos actores es generar un clima de zozobra bajo el argumento de una lucha “del pueblo” por unas causas justas, instrumentalizando jóvenes para legitimar reivindicaciones tan diversas, que ni siquiera ellos mismos las saben explicar; convirtiéndolos en carne de cañón para poner en jaque a la Fuerza Pública.

El punto de partida es la denominada “revolución molecular disipada”¹, aplicada sistemáticamente en Chile, que apunta a la ruptura de la rutina diaria a la cual todos estamos acostumbrados, para entrar en una crisis permanente.

Por ello, destruyen los recursos necesarios para el normal funcionamiento de la sociedad, como el sistema de transporte masivo, los supermercados, los conjuntos residenciales o las vecindades; induciéndonos a una ofuscación interminable, al sentirnos impotentes y desprotegidos ante actos vandálicos que parecen “espontáneos”.

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De esta forma, ellos se conforman en pequeños grupos –moléculas- que atacan a todo lo que representa el Estado, mientras exigen la renuncia del Presidente de la República por no brindar “soluciones inmediatas” a problemas que vienen, incluso, desde décadas atrás.

Lo que hemos visto en Chile nos demuestra que ceder ante lo que ellos denominan “la voz del pueblo”, lleva a una verdadera crisis institucional por tantas necesidades insatisfechas que existen en cualquier sociedad en vías de desarrollo. Poco a poco, se sigue escalando hacia niveles de violencia extremos como mecanismo de presión, para mostrar que el sistema actual no funciona y que es incapaz de facilitar la protección de la población.

La Fuerza Pública, vista también como atacante por cumplir su labor de recobrar el orden, empieza a verse colapsada por no lograr atender los focos de violencia que se presentan al mismo tiempo, en distintos lugares o ciudades del país, hasta saturar el sistema.

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Estos enfrentamientos han dejado la cifra de 23 muertos y más de dos mil heridos en Chile, en un mes de manifestaciones; mientras en Colombia ya se cuentan más de 300 policías y 147 civiles heridos, en solo tres días de protestas que amenazan con volverse indefinidas.  ¿Quién paga por eso? ¿Quién lo patrocina? ¿Está el movimiento “Antifa” detrás?

Tenemos que organizarnos y rodear a la Fuerza Pública, para colaborar con información que impida la destrucción de la ciudad.

Tenemos la certeza que abrir la puerta al “diálogo social”, aumenta la incertidumbre y afecta la inversión privada, pues es evidente que jamás se logrará satisfacer las demandas de todos.  Mientras, en el entretanto, estaremos propiciando el escenario ideal para que los incendiarios se conviertan  en “salvadores de la patria”, tal como sucedió con Chávez en la Venezuela de Carlos Andrés Pérez.

Es momento de hacer una resistencia real, activa y sin miedo.

 

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¹“revolución molecular disipada”: Alexis López Tapia – Investigador chileno.