El juez Kavanaugh y la fabricación de culpables

El día viernes 28 de septiembre, se paralizó la audiencia norteamericana ante un nuevo episodio de “puritanismo progresista”: Tres mujeres saltaron al ruedo acusando al juez y candidato conservador Brett Kavanaugh, nominado por el Presidente Donald Trump a la Corte Suprema de Justicia.

El objetivo principal, eliminar su opción de nominación a este máximo tribunal,  ya que inclinaría la balanza en favor de los conservadores, garantizando una sólida mayoría.

El método, una vieja estrategia macabra de destrucción de la moral y la voluntad de lucha, mediante acusaciones de acoso sexual imposibles de probar, pero también de controvertir; justo ahora, 36 años después de ocurridos los presuntos hechos.

Kavanaugh es un republicano  seguidor de la filosofía «originalista» de interpretación de la Constitución (que algunos denominan «construccionismo estricto»), que corresponde a la misma línea de pensamiento del ya fallecido célebre juez Antonin Scalia, famoso por sus extraordinarios salvamentos de voto, recogidos en varias obras.

Enlodar la imagen pública de quien garantizará por las próximas décadas una línea de pensamiento conservador,  es, por consiguiente, un propósito de la izquierda estadounidense.

Una vez nominado Kavanaugh, como por arte de magia apareció Christine Blasey Ford, una mujer que aseguró haber sido “acosada sexualmente” por el juez cuando ella tenía 14 años y él, 17.  ¿Por qué no lo denunció antes? ¿Por qué mientras rendía declaración ante la Comisión de Asuntos Jurídicos del Senado, leía en un papel?  ¿Acaso uno olvida un episodio de esta magnitud?

Estos shows prefabricados con boom mediático asegurado, se suman al ingrediente de los grupos progresistas que marchan con frenesí exigiendo la cabeza de sus víctimas, sin importar la veracidad de la información ni las garantías que el derecho impone a un debido proceso. Y es, además, parte de la agenda mundial que cumplen estos grupos  que tildan de radical y fascista- lo que ellos mismos son- a sus opositores y a todo cuanto represente los valores republicanos de una sociedad. Esa es la agenda del maléfico George Soros.

Exactamente esta misma historia de Kavanaugh le sucedió al juez conservador Clarence Thomas en 1991, nominado por George Bush como candidato a la Corte Suprema de Justicia. Dicha nominación  “refrescó” la memoria de Anita Hill, una mujer que lo acusó de acoso sexual en episodios ocurridos, según ella, 10 años atrás.

Finalmente y a pesar del escándalo suscitado, la mujer no logró frenar la confirmación de Thomas como miembro del máximo tribunal. El juez aún ejerce funciones en la Corte y acompañó en sentencias y salvamentos de voto al fallecido juez Scalia.

Todos estos eventos conservan un mismo patrón, con sospechosa recurrencia, en los países donde el marxismo cultural anida sus huevos y donde la izquierda promovida a través de ingentes recursos económicos motiva, mediante la mentira y el odio, el desorden mundial. Y cualquiera está expuesto a caer bajo esta aplanadora de fabricación de  culpables.