Maria Fernanda
Cabal Molina
Mis primeros años
Nací en Cali el 8 de agosto de 1966 en el hogar de Santiago Cabal, ingeniero mecánico de la Universidad de Michigan y Amparo Molina, una mujer dedicada a las obras sociales que llegó a ser Directora del Instituto Popular de Cultura y Secretaria de Educación de Cali.
Soy la menor de tres hermanas mujeres, y tuve una infancia feliz en el barrio Ciudad Jardín de Cali, cuando la ciudad crecía hacia el sur. Me encantaba jugar basquetbol y me iba bien porque soy alta y grande.
Pasé por varios colegios de mujeres, lo que me sirvió para entender el sistema y encontrar el fundamento de mi lucha en el sistema educativo, porque estoy firmemente convencida que la educación debe estar basada en la curiosidad constante y no en la repetición.
Mi destino estaba trazado en Bogotá, porque quería estudiar Ciencia Política en la universidad de Los Andes. Pero confieso que me costó mucho dejar el paraíso que era Cali en esos años y emprender una nueva vida en esta fría capital.
Mi familia
Me casé a los 26 años con Jose Felix Lafaurie, un hombre al que el país conoce, ingeniero civil, ganadero, empresario, líder gremial y mi compañero de vida.
Somos los padres orgullosos de Luisa, Denisse, Santiago y Juan José, todos muy distintos, pero exitosos en sus campos, donde están cumpliendo sus sueños.
Luisa, quien estudió biología y hoy es empresaria, tiene un negocio pujante de postres en Bogotá que genera 15 empleos.
Denisse estudió arquitectura y hoy es coach de madres de bebés recién nacidos. Ella me dio la bendición de tener a mi primera nieta.
Santiago, administrador de empresas, desarrolló una app dedicada a ayudar a los jóvenes a buscar de empleo.
Y Juan José, el menor, es abogado graduado con honores de la Pontificia Universidad Javeriana. Hoy ya está trabajando en una firma y cursa una especialización en Derecho Penal.
Mis estudios y mi experiencia profesional
Estudié Ciencia Política en la Universidad de los Andes en Bogotá, época durante la cual
fui escogida para participar como la primera estudiante de intercambio en la fundación Kettering en Dayton –Ohio, donde me especialicé en la metodología de Foros de Interés Ciudadano. Esta experiencia me permitió mantener el vínculo con la universidad, trayendo ese mismo programa a Colombia, como su coordinadora, financiado por la fundación Tinker.
Me convertí en empresaria en septiembre de 2003 cuando fundé una agencia de oportunidades en el exterior para jóvenes y estudiantes, Student Travel Center. Desde donde los ayudamos a conseguir estudios y trabajo alrededor del mundo, empresa que hoy sigue vigente.
Cuatro años más tarde, la vida me dio la oportunidad de poner en práctica mi vocación de servicio al crear la Fundación de Fedegan, dedicada a la defensa de los derechos humanos de familias ganaderas, especialmente de las más vulnerables.
Durante mi paso por la Fundación elaboramos dos informes para visibilizar a las víctimas ganaderas, olvidadas por la memoria histórica. Reunimos los testimonios de más de 10.000 víctimas de la violencia.
Como Directora de Fundagan impulsé la iniciativa «Una Vaca por la Paz», inspirada en un programa de Heifer International, con la que entregamos una vaca preñada a más de 1500 familias ganaderas con el compromiso de entregar a otra familia la primera cría.
Pero fue cuando fui directora de Asuntos Internacionales de la Fiscalía General de la Nación, que descubrí que la única manera de cambiar el país era desde adentro y conocí de primera mano lo desafiante que es el sector público.
Ahí di mis primeros pasos.
Pero me seguía haciendo falta algo en el alma…
Mi trabajo político
Alrededor de 2007, por diosidencias conocí a Manuel Moya y Graciano Blandón, dos líderes chocoanos del Medio Atrato, que representaban a cientos de familias que llevaban años luchando para que les restituyeran las tierras que les quitaron las FARC. Habían sido desplazados, destruidos económicamente, masacrados.
En el 2009 me llamaron a avisar que los habían asesinado a los dos.
Ese fue el único día que mis hijos me vieron llorar, y decidí que no iba a permitir que injusticias así se dieran en Colombia.
Trabajé unos años más en mi empresa pero seguí haciendo activismo y sirviendo a comunidades vulnerables, comunidades campesinas y desplazadas, en zonas muy complicadas del país.
En el 2014, el presidente Álvaro Uribe Vélez me pidió hacer parte de la primera lista del Centro Democrático. Y desde ese entonces he trabajado por la Fuerza Pública, la educación, la seguridad y por los derechos de las víctimas del terrorismo.
En mi primer término, de 2014 a 2018 en la Cámara de Representantes, me opuse al gobierno de Juan Manuel Santos y al Acuerdo de impunidad firmado con las FARC en La Habana.
En 2018, con más 38 mil votos, me convertí en Senadora de la República. Durante la presidencia de Iván Duque hice parte de la bancada de Gobierno, pero tuve una posición crítica que me permitió aplaudir los éxitos y mostrar mi inconformismo cuando se cometieron errores.
En el 2021 por mi gestión como legisladora y mi postura firme ante el paro criminal, tuve la oportunidad de ser precandidata a la presidencia por el Centro Democrático y de volver a integrar la lista al Senado del partido, en la que obtuve más de 207.000 votos, siendo la mujer más votada al Senado de la República.
A lo largo de estos años de trabajo político me he ganado amores y también rencores, pero soy fuerte para resistir los ataques porque Dios es soporte y mi guía, y porque estoy completamente convencida de que este país necesita seguridad, coherencia y justicia.
Mi historia sigue escribiéndose, y el trabajo por este país debe ser parte de ella.