Coronavirus: ¿salud vs libertad?

La crisis global desatada a raíz de la propagación de la nueva pandemia denominada covid-19, ha obligado al mundo de un momento a otro, a modificar su funcionamiento.

Decisiones que antes tardaban meses y hasta años, son adoptadas por los gobiernos de manera inmediata y prácticamente sin opositores; con el propósito de garantizar la supervivencia de sus ciudadanos.

No es para menos. Desde el 7 de diciembre de 2019 -cuando China declaró el primer caso de coronavirus- a la fecha, se han registrado más de 328 mil contagiados y más de 14 mil muertes, en 177 países.

El pánico generalizado a raíz de la velocidad de la expansión del virus, apalancado por el número de casos en aumento y la divulgación de información magnificada por las redes sociales, ha obligado a que los Presidentes de varias naciones -incluida Colombia-, adopten medidas extremas como el cierre de sus fronteras y la prohibición del ingreso de viajeros extranjeros; además de la restricción de la circulación de personas en su propio territorio.

Sin embargo, la medida más fuerte ha sido la aplicación del “aislamiento preventivo obligatorio”, en el marco de la declaratoria de Estado de Emergencia, que en nuestro país se extenderá hasta el lunes 13 de abril a la media noche.

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La psicología del miedo, que produce la necesidad de autoprotección, además de la búsqueda de un líder que genere sensación de seguridad frente a amenazas como la generada por esta pandemia, hace que la sociedad ceda de manera voluntaria y gradual sus libertades, a cambio de protección para su vida.

En medio de la confusión, no ha habido espacio para preguntarnos si esa decisión que asumimos como algo “temporal”, corre el riesgo de convertirse en una cesión permanente de derechos fundamentales que terminan bajo el control del Estado; que ante la naturaleza propia del poder, puede llegar a ejercer funciones totalitarias.

Una muestra de ello es el uso de nuevas tecnologías, como una técnica legítima de vigilancia frente a un “enemigo invisible” para las autoridades, que amenaza la salud global.

Si bien en países como el nuestro, la crisis ha sido enfrentada a través de mecanismos más sencillos y orientados a modificar el comportamiento social, todos estamos frente una clara advertencia de cómo ésta pandemia podría estar marcando un hito importante en la historia de la humanidad.

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Tener que elegir entre la protección de la salud y el derecho a la privacidad, ha puesto a varios países en la delgada línea trazada entre la vigilancia totalitaria como medida urgente y las libertades y derechos de sus ciudadanos.

Si bien la economía es otra víctima del coronavirus, no menos importante será el impacto que eventualmente causará en el Estado constitucional y de Derecho, que se verá reemplazado por medidas drásticas que por necesidad, se alejan del marco normal de las democracias constitucionales.

China, por ejemplo, generó la necesidad de monitorear los teléfonos inteligentes de las personas; hacer uso de millones de cámaras para reconocimiento facial y obligar a sus ciudadanos a verificar e informar sobre su temperatura corporal y condición médica. Así, no solo se puede identificar rápidamente a portadores del virus, sino también rastrear sus movimientos y saber con qué personas han tenido contacto.

Siguiendo esta misma línea, en Israel, el Servicio de Seguridad Interior, Shin Bet, fue autorizado para desplegar tecnología de vigilancia que anteriormente era reservada para combatir terroristas; ahora será utilizada para rastrear a pacientes con covid-19, teniendo acceso a todos los datos de los móviles de los ciudadanos.

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En primera instancia, el subcomité parlamentario pertinente se negó a autorizar la medida, pero el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, la aplicó como un “decreto de emergencia”.

Ambos modelos, que podrían ser tomados como ejemplos exitosos en el control de una crisis, son igualmente una alerta para el mundo; pues la misma tecnología empleada para la vigilancia del virus, puede ser utilizada por los gobiernos para monitorear a las personas e inclusive, obtener información de aquellos que se encuentran fuera de sus territorios.

Éste será el nuevo reto para la humanidad y el punto de inflexión está en lograr que éstas medidas tomadas para ejercer controles a corto plazo, no se conviertan en un mecanismo de control que vulnere derechos y libertades, especialmente ante la crisis de las democracias que se vive hoy.

Es la oportunidad perfecta para reforzar nuestro pensamiento crítico y recordar que, cuando la población está debidamente informada, toma medidas de manera acertada sin la necesidad de un “Gran Hermano” que la vigile.

De no tomar la decisión correcta, podríamos estar renunciando definitivamente a nuestras libertades más preciadas, con el argumento de que es la única forma de salvaguardar nuestro futuro.