Y todo cambió…

¿Alguna vez nos imaginamos vernos enfrentados a replantear nuestras vidas, en absolutamente todas sus dimensiones?  Hoy todo está en juego. Y no hay para dónde huir.

Las opciones de supervivencia están en nuestro propio instinto de conservación, a través del autocuidado y en la capacidad de respuesta de los gobiernos, irrigando liquidez a sus economías; mientras todo esto se va sobrellevando, en medio del desconocimiento frente al virus.

La adopción inmediata de una medida como el aislamiento obligatorio, fue acertada y necesaria no sólo para frenar temporalmente el contagio, sino para preparar los servicios de atención médica y evitar su inminente colapso, dada su enorme vulnerabilidad frente a casos de extrema gravedad.

Lo que resulta inaceptable ante los ojos del mundo, es que la Organización Mundial de la Salud hubiera adoptado como veraz e incontrovertible un modelo epidemiológico diseñado por el Imperial College de Londres; con cifras aterradoras en el número de muertes, a partir de información no comprobada.

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No permitieron sus autores, entre ellos el profesor Neil Ferguson, que nadie les cuestionara. Ni siquiera el Doctor Sunetra Gupta con su equipo de la Universidad de Oxford, cuando señaló que el modelo no tenía en cuenta el número de infectados asintomáticos.

Increíblemente, esto le significó al Doctor Gupta no sólo un regaño público por parte del profesor Ferguson, quien aseguró que su opinión era «ridícula y peligrosa», sino que además tuvo que soportar la publicación de una carta abierta en el diario Financial Times, coadyuvada por un grupo de científicos, señalándolo por atreverse a disentir.

En este sentido, hay teorías que apuntan a que el número de contagios es mucho más alto del que se cree, con individuos asintomáticos; lo que supone una tasa de mortalidad muy inferior a la contemplada inicialmente por la OMS.

Esto no significa negar la letalidad del virus. Todas las infecciones virales pueden ser mortales. Solamente el año pasado, fallecieron 300.000 chinos por neumonía. Además, cualquier virus en una persona inmunodeprimida, es letal.

Hoy está en juego todo. Pero no hay para dónde huir. En un país con una economía frágil y en su mayoría informal, los medios se han encargado de inducir una realidad insuperable frente a un enemigo invisible, generando pánico en la población.

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Tal y como lo señala el psicólogo español Guillermo Fouce: “El miedo es una de las emociones universales más potentes y que más puede cambiarnos como individuos y como colectivo. Conocer sus usos sociales, su manejo político, es indispensable para vivir en sociedad, para defender nuestra libertad, para resistir frente a los traficantes del miedo, esos que una y otra vez llaman a nuestra puerta para ofrecernos su trato tramposo: seguridad a cambio de libertad, seguridad a cambio de derechos, pan para hoy y hambre para mañana, miedo para hoy y miedo para mañana”.

Por su parte, el virólogo argentino Pablo Goldschmidt, sostuvo que «éste tipo de enfermedades no merecen que el mundo esté en un paro total». En su libro «La gente y los microbios», explica la psicosis que generó en su momento la gripe AH1N1 y el SARS.

Por consiguiente, la opción de un confinamiento indefinido, además de insostenible, es destructiva.

La estrategia de un Estado que «nos cuida» fue válida en sus inicios, donde la sensación de desprotección del individuo ante lo desconocido hace que acepte cualquier decisión de su gobierno, por más arbitraria que perezca.

Sin embargo, pensar que pueda alargarse, se convierte en una decisión que termina costando también vidas, pues ya la ONU prevee una hambruna de proporciones bíblicas y 55 países están calificados como de mayor riesgo. Por ello, nos encontramos frente a la necesidad imperante de pasar a una nueva etapa.

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Ejemplos de adaptación y apertura progresiva de la economía, los tenemos de varios países asiáticos y europeos, donde la nueva estrategia incluye aislar a los pacientes y rastrear sus contactos, restricciones fronterizas y distanciamiento social -algo que venimos haciendo-.

De acuerdo con la revista Science, será necesaria “la prueba y el error” aplicada ya por países como Austria, Alemania, Noruega y República Checa, que están reabriendo guarderías, colegios y establecimientos comerciales. Corea del Sur, que celebró recientemente una jornada de elecciones o Singapur y Taiwán, que mantienen sus buenos resultados sin imponer la cuarentena.

En el caso de Austria, tomaron la decisión de flexibilizar la cuarentena luego de llevar a cabo una muestra aleatoria de 1,600 personas y encontrar que menos del 1% tenía el virus. Noruega recientemente comprobó que la tasa de infección por cada persona -definida científicamente como el R- cayó al 0.7; es decir, una tasa inferior a 1 con la que se estima que el Covid-19 desaparecerá con el tiempo.

En el caso de Suecia, su gobierno le apostó a apartarse de las políticas de la OMS y seguir los consejos del epidemiólogo Anders Tagnel: inhibir la propagación del virus a través de pautas de distanciamiento social, proteger a los grupos vulnerables y no sobrecargar el sistema de salud; pero al mismo tiempo, reducir las consecuencias económicas y proteger a la industria con diferentes paquetes de estímulos del Ministerio de Finanzas.

Mientras mantuvo abiertas sus escuelas, gimnasios, cafeterías, bares y restaurantes durante la propagación de la pandemia, se promovió entre la población la necesidad de actuar de manera responsable.

Es aquí cuando se hace obligatorio aplicar el sentido común, dejar de lado el miedo irracional y entender que tiene que haber país después de la pandemia. Aún en presencia de un enemigo invisible, que llegó para quedarse.