Desde las sombras

La instrumentalización de la fe religiosa ha sido un método demasiado peligroso de manipulación de la mente humana a lo largo de la historia.

Durante siglos, la Iglesia católica enseñó a sus feligreses que sus sacerdotes eran los “representantes de Dios en la tierra”; pero jamás previó que en sus entrañas, surgieran los promotores de revoluciones a sangre y fuego bajo la fachada del amor por los más pobres.

En Guatemala -como en Colombia- Álvaro Ramazzini, conocido como el ‘monseñor de la conflictividad’, señalado de diseñar y dirigir una compleja red de organizaciones de choque, manipulando a las comunidades para promover invasiones y destruir la propiedad privada -incluyendo el secuestro de personas y fuertes enfrentamientos con miembros de la Fuerza Pública-, ha sido nombrado Cardenal por parte del Papa Francisco.

Igualmente, se rumora que Ramazzini participó clandestinamente de la creación del Movimiento para la Liberación de los Pueblos –MLP-, que en las pasadas elecciones presidenciales lanzó a la candidata Telma Peña en representación de la izquierda en ese país.

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En Colombia, personajes como Domingo Laín, Manuel Pérez y José Antonio Jiménez -sacerdotes españoles que en los años sesenta ingresaron a las filas guerrilleras del ELN, siguiendo los pasos de Camilo Torres Restrepo-, demuestran cómo en el seno de la misma institución, se incubó el germen revolucionario.

Los antecedentes, en todos los casos, se remontan a la Komintern -Internacional Comunista-, cuya campaña de abolición de las clases sociales fue expandida por el mundo como un primer paso hacia la búsqueda de una sociedad ideal para las futuras generaciones; lo que incluía toda clase de métodos abominables para destruir a todos los que se opusieran a la construcción del ideario colectivista.

Generaciones enteras, hipnotizadas, aprendieron al pie de la letra a usar de manera inversa los mensajes de justicia y de paz para los pueblos. Así, bajo los argumentos de la encíclica ‘Populorum Progressio’ del Papa Pablo VI, varios sacerdotes se dieron a la tarea de “evangelizar” a los latinoamericanos.

En junio de 1968, en Golconda, una finca ubicada en el municipio de Viotá en Cundinamarca, un grupo sacerdotal conformó una asociación de clérigos católicos que marcaron el impulso de la ‘Teología de la liberación’, una corriente ideológica nacida en América Latina en donde varios de sus integrantes, radicalizando el discurso de la fe y “la opción preferencial por los pobres”, se fueron a formar parte de grupos guerrilleros, llegando incluso a los altos mandos del M-19 y el ELN.

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En esta misma cruzada de violencia romántica participaron otros religiosos españoles como Laurentino de Jesús Rueda Sepúlveda y Alfredo de la Fuente Recio, miembros del Frente José Manuel Martínez Quiroz del ELN, autores intelectuales y materiales de la invasión a la finca ‘La Concordia’ en el departamento del Cesar, donde siete trabajadores fueron cruelmente asesinados por las hordas invasoras comandadas por estos sacerdotes.

Hoy en día esta tenaza continúa, con personajes como el Obispo de Cali, Alonso Monsalve, que no oculta su simpatía perversa por los cabecillas del Partido Farc y por los grupos de izquierda radical; el cura Javier Giraldo, que mantiene a través de escritos mentirosos una realidad imaginaria en los territorios colectivos del Atrato y respalda a un representante legal vitalicio -porque por temor nadie le compite-,  denunciado ante la Fiscalía por desplazamiento forzado dentro del proceso número 2022 de DDHH; y al cura Francisco de Roux, ni más ni menos que el Presidente de la “Comisión de la Verdad” (o de la mentira, aplicándole el antídoto a la inversión revolucionaria), que promovió el imaginario de un falso desplazamiento en la finca “Las Pavas” y le otorgó, en calidad de conjuez, el Premio de Paz a los invasores para revestirlos de impunidad.

Esta finca está ubicada en la entrada a la Serranía de San Lucas, otrora centro de operaciones del ELN.

Como vemos, lejos estamos los latinoamericanos de sacudirnos de este lastre con disfraz humanitario. Lejos de construir un país con un deseo de superar todos estos males del “conflicto”,  el “posconflicto”, “la verdad y la posverdad” y todos los conceptos  premeditados  para que nunca podamos pensarnos en prospectiva, en desarrollo, en el futuro que está aquí.