Antes de la llegada de la pandemia por Covid-19, el Presidente Donald Trump había logrado un récord histórico de crecimiento económico en los Estados Unidos de América. Redujo un sinnúmero de regulaciones, promulgó el recorte de impuestos y luchó agresivamente por lograr acuerdos comerciales justos y recíprocos. “Los años de decadencia económica han terminado” dijo a principios de éste año, en su tradicional discurso sobre el Estado de la Unión.
Justamente en el mes de septiembre del año pasado, Estados Unidos arrojó su tasa mensual más baja de desempleo en los últimos 50 años, cayendo al 3.5%. Según reveló el Departamento de Trabajo, la última vez que éste país anotó un dato laboral igual, fue en diciembre de 1969.
Como buen empresario, en el marco de una posible reelección y con un panorama difícil para los mercados internacionales, Trump se constituye en la mejor opción para lograr la recuperación financiera rápida de una nación que históricamente ha confiado su crecimiento en el libre mercado, en estimular la competencia y asegurarse que sus ciudadanos sean tan prósperos como sus capacidades lo permitan.
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Esto lo confirmó recientemente el estratega y encuestador republicano David Winton, al afirmar que la aceptación del mandatario ha venido experimentando un impulso importante gracias a los nueve millones de empleos que se sumaron en mayo, junio y julio del presente año, a pesar de las restricciones impuestas a la operación de muchas empresas y estar ad portas de una posible recesión causada por la pandemia.
La fórmula está dada y cambiar su modelo, significaría un retroceso frente a décadas de avance probado. La visión del mandatario para reposicionar al “gigante capitalista” como uno de los países más ricos, poderosos e influyentes, ha servido para revivir la confianza de los norteamericanos en su propio territorio y acabar con la mentalidad de un supuesto declive, aún en momentos de crisis.
Bajo la frase “Ley y Orden”, el mandatario republicano ha abierto un nuevo camino para que los ideales conservadores sean renovados y logren enfrentar una lucha permanente contra el socialismo del Siglo XXI, que pretende llegar al poder en las elecciones de noviembre.
No en vano, EEUU lidera una coalición diplomática de 59 naciones contra el narcodictador de Venezuela, Nicolás Maduro, y hoy juega un papel clave como muro de contención para aquellos que desean instrumentalizar a los más vulnerables, bajo un discurso de odio difundido entre jóvenes y adolescentes que desconocen su propia historia.
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“El socialismo destruye las naciones pero la libertad unifica el alma” dijo Trump a principios de éste año, cuando reafirmó su compromiso de defender el principal pilar que poseen las sociedades actuales. Además, bajo ese mismo precepto ya había revertido las políticas fallidas de la Administración Obama en Cuba y había logrado avivar la esperanza de los latinos víctimas de gobiernos autoritarios, como el ejercido por los Castro en la isla en mención, Daniel Ortega en Nicaragua y Maduro en Venezuela.
Maquillar la verdad y disfrazar la barbarie, se convirtió en la especialidad de los líderes comunistas que han pretendido impulsar en distintos países una versión “mejorada”. Esa línea de pensamiento supuestamente “distinta”, borra de un plumazo los horrores que la humanidad aún está tratando de superar y está liderada por el candidato demócrata Joe Biden, guiado por el ala radical socialista de su partido.
Esto ha quedado en evidencia con el férreo apoyo del senador de Vermont, Bernie Sanders, y la representante de Nueva York, Alexandria Ocasio-Cortez, quienes se describen a sí mismos como “socialistas democráticos”; que además han logrado que Biden haga cambios en su plataforma política, para incluir aspectos de su agenda como el Green New Deal -Nuevo Acuerdo Verde- que contempla la generación de más subsidios, pagados con más impuestos y una extensa lista de nuevas medidas para las empresas privadas.
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La propuesta -que usa las políticas ambientales como fachada mientras promueve el activismo violento de Antifa y sus aliados anarquistas-, plantea además la mitigación de las desigualdades raciales, regionales y de género, para supuestamente construir riqueza y propiedad a nivel comunitario. Sin contar con su firme deseo de fortalecer a los sindicatos y regular más fuertemente a los empleadores.
Dicha “iniciativa verde” también hace parte de la agenda de Kamala Harris, fórmula vicepresidencial de Joe Biden, quien junto a Ocasio-Cortez impulsó el paquete de medidas mientras estuvo en el Senado.
Entre tanto, no se puede pasar por alto cómo a lo largo de su trayectoria política, Bernie Sanders ha elogiado en varias ocasiones la ‘revolución cubana’ e incluso, confesó haberse emocionado cuando Fidel Castro inició su gesta en la isla.
Para las elecciones presidenciales del próximo 3 de noviembre, están registrados más de 230 millones de estadounidenses para ejercer su derecho al voto; de los cuales, aproximadamente 32 millones son de origen hispano o latino, siendo Florida uno de los estados más importantes para la contienda electoral por la Casa Blanca.
El peso del voto latino será determinante para evitar que la nación que los ha acogido caiga en la misma trampa que le robó la libertad a sus países de procedencia. Bien lo anunció Donald Trump: “Ésta elección decidirá si salvamos el sueño americano o si permitimos que una agenda socialista derribe nuestro preciado destino”.