Nos enfrentamos a una nueva realidad: Los medios y canales que permiten el acceso a un universo casi infinito de datos, han traído consigo desinformación y manipulación. Su alcance es tan vasto y dinámico, que difícilmente logramos tener el control.
El estudio recientemente publicado por Alto Analytics así lo demuestra, al explicar cómo a través de varias cuentas en diferentes redes sociales, se exacerbaron las manifestaciones del año pasado, que aparentaban ser una iniciativa “espontánea”; ocultando su real propósito de desestabilización social.
El informe estadístico reveló que sólo el 1% de los usuarios crearon el 33% del contenido que generó un caos jamás visto en varias ciudades de Colombia. Ésta práctica, conocida como ‘propaganda computacional’, promovió la violencia con tres objetivos claros: Oprimir derechos fundamentales, desacreditar a la oposición política y crear polarización.
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Según la agencia española, la mecánica de la propaganda computacional no sólo se limita a usuarios en redes sociales sino que existe un abanico de modalidades con las cuales se manipula la información en varias regiones del continente. Desde grupos públicos en Whatsapp y Telegram, hasta medios “alternativos” que en ocasiones superan el alcance de los canales de prensa tradicionales.
En el caso de los grupos públicos, Alto Analytics encontró que el 40% de 20 grupos de Telegram que influyeron en las manifestaciones, estaban localizados fuera de Colombia. En estos mismos grupos, una parte del contenido estaba dedicada exclusivamente a mostrar la violencia por parte de la Fuerza Pública, generando una percepción negativa frente a la manera cómo se ejerce la autoridad para controlar los desmanes.
El documento también señala que uno de cada tres eventos de convocatoria vía Facebook, provenía del extranjero. Y gran parte de la incentivación al caos a través de las redes sociales había sido provocada desde Venezuela.
Resulta aterrador evidenciar cómo se pone en riesgo nuestra autonomía como nación, hoy vulnerada por actividades externas que buscan destruir la democracia a través del caos social.
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Hasta dónde llega la demencia de quienes actúan como instrumentos de la agenda socialista dictada desde el Foro de Sao Paulo; y lo que es aún peor, indigna que internamente existan colectivos a su servicio, incluso promoviendo la pérdida de vidas humanas.
El discurso de odio irradiado desde varios sectores del país, debe servir de alerta frente a estas nuevas formas de lucha. No podemos subestimar el alcance de sus acciones violentas.
El camino está en rodear a la Fuerza Pública, aumentar la capacidad de investigación y seguimiento de datos y movimientos sospechosos en redes, exigir la judicialización de los vándalos y permanecer unidos contra ésta nueva amenaza que usa la red para distorsionar la percepción de la realidad.